Cuando se trata de Luis Miguel, todas las mujeres gritan por igual. No importa si acaban de comprar en Louis Vuitton, si llevan colgando una bolsa de lujo o un vestido espectacular de la última moda.
Todas se emocionan por igual, así sea Las Vegas y el Colosseum del casino Caesars Palace, como ocurrió la noche del viernes, en su tercero de cuatro conciertos para celebrar el Bicentenario de la Independencia de México.
Tampoco interesa si la dama en cuestión acaba de cenar, por ejemplo, en el restaurante Mesa Grill, y que el reconocido internacionalmente chef Bobby Flay le haya llevado a la mesa un impresionante menú.
Ante Luis Miguel, vestido de traje negro y corbata a rayas, hay que gritar lo más fuerte posible. Más aún después de comprobar que, a simple vista, no padece ningún problema de salud, como se especuló meses atrás. Como diría una dama en la tercera fila, en minifalda y con escote, "no le duele nada".
Todas enloquecen por igual, y por eso los cuatro guardias de seguridad al pie del escenario son insuficientes cuando un primer grupo se abalanza apenas sale el cantante y entona su primer verso: "Mírame a los ojos..." (del tema "Te Propongo Esta Noche").
Cuatro guardias más son apostados para reforzar la seguridad. Pero, aun así, un par de admiradoras logran colarse y le dan un beso en la mejilla a su ídolo, quien sólo acierta a sonreír mientras sigue cantando.
Ya para la segunda canción no importa la "Premium Margarita" de 5 dólares que pidieron al llegar, sólo interesa tratar de verlo el mayor tiempo posible. Y ahí están, embelesadas, todas las fans.
"Suave", "Dame Tu Amor" y "Tres Palabras" conquistan a la audiencia, en su mayoría, por supuesto, mujeres, como se aprecia perfectamente desde la parte de arriba: puras cabelleras largas, de pie, mientras los pocos caballeros están sentados o parados en solidaridad con su acompañante, pero, eso sí, sin bailar.
Basta que Luis Miguel se afloje la corbata para que las gargantas fluyan en gritos otra vez. Y esto aumenta si luego le siguen "La Incondicional" y "Bésame Mucho".
Gritan tanto que el propio anfitrión sabe cómo calmarlas. Por eso, después de la euforia siempre coloca temas más tranquilos, como "Tú, Sólo Tú".
Unos 40 minutos después, el mariachi hace su aparición, y entonces crece el griterío, y eso que "El Sol" no aparece vestido de charro, sino simplemente con un saco más casual, también negro.
"Qué Bonita Es Mi Tierra", "El Rey" y "Si Nos Dejan" enloquecen al auditorio. "México en la Piel", peor tantito, y es ahí donde se descubre de dónde procede mayormente el público, pues, cuando la letra menciona a cada ciudad, surgen gritos de apoyo para cada sitio, siendo Chihuahua y Monterrey las más ovacionadas.
Pero no importa si se es regiomontana, poblana o chiapaneca. Todas gritan por igual, porque todas se saben "La Bikina", "Decídete", "Isabel" y "La Chica del Bikini Azul".
Y Luis Miguel parece gozarlo, pues, de manera inusual, se acerca a sus seguidoras, las acaricia, se deja besar por algunas, mientras que detrás de él sus dos elementos personales de seguridad lo jalan del saco para evitar una caída catastrófica.
Él les sonríe y ellas gritan. Él baila y ellas enloquecen.
Y están tan cautivadas que en lugar de gritar "¡otra, otra!", como lo sugiere uno de los músicos, la gente le canta el "Cielito Lindo".
Pero ya ha sido todo aquí. Luis Miguel sólo sale para cantar su nuevo sencillo, "Labios de Miel", y se despide pateando hacia el público cuatro pelotas gigantes con su nombre grabado, y, claro, quienes las ganan brincan y festejan. Pero el resto grita por igual.